Borracheras y escándalo: falleció el actor de Gladiador en pleno rodaje
"Horas y horas de un consumo desbocado", su adicción al alcohol hizo que su carrera se venga abajo.
La impactante muerte de un actor en el rodaje de Gladiador: borracheras épicas, escándalos y peleas con espada.
Oliver Reed fue un gran actor inglés. Su alcoholismo hizo que su carrera se desmoronara y que protagonizara historias increíbles y espeluznantes. Murió en Malta.
Año 180: tras una gran victoria sobre los bárbaros del norte, el anciano emperador Marco Aurelio (Richard Harris) decide transferir el poder a Máximo (Russell Crowe), pero su hijo Cómodo (Joaquin Phoenix), que aspiraba al trono, no lo acepta y trata de asesinar a Máximo.
Oliver Reed, un célebre actor inglés, murió durante el rodaje de Gladiador. Era un día de descanso para todo el equipo y él decidió pasarlo en un pub de La Valeta, Malta. Son muchos los que sostienen que hasta ese momento su conducta en la filmación había sido ejemplar. Esa tarde llegó al pub y tomó unos cuantos tragos. A punto de irse, ingresaron unos cinco o seis marineros ingleses de la Royal Navy. Lo reconocieron. Y lo desafiaron a probar quién era capaz de beber más. Era una competencia que los marineros tenían perdida de antemano. Fueron horas y horas de un consumo desbocado de bebidas alcohólicas. En el medio cantaron, fumaron, jugaron a los dardos, hicieron torneos de pulseadas, hubo varios amagos de peleas.
Dicen que las últimas palabras del poeta Dylan Thomas fueron: "He bebido 18 vasos de whisky, creo que es todo un récord". Oliver Reed podría haberlo emulado, podría haber dicho algo parecido en su estertor, si se hubiera dado cuenta de que esa era su última borrachera. Dicen que en ese pub de La Valeta, tomó tres botellas de ron jamaiquino, media botella de whisky, ocho pintas de cerveza alemana y un par de copas de cognac. Todo un récord. Su corazón no aguantó la ingesta y colapsó antes de cruzar la puerta del local.
Todavía le faltaban rodar unas escenas, y el director Ridley Scott debió reemplazarlo con algún doble de cuerpo y haciendo uso de la tecnología de la época. El Próximo que encarnaba en esas arenas romanas fue un último gran personaje, a la altura de su leyenda.
Oliver Reed fue un gran actor, con una voz potente y una enorme presencia escénica. Tuvo mucho suceso durante una década y luego su carrera se perdió en noches largas y etílicas. En vez de representar una garantía escénica como lo había sido hasta el momento, su presencia era veneno para las producciones: retrasos, ausencias, escándalos, conductas erráticas. Se volvió en alguien difícil de tratar, pendenciero, que se dedicó a derrochar su talento en producciones de baja calidad. Sus peleas y escenas de borrachera en la vida real integran la antología de papelones y escándalos del mundo del cine.
Un periodista inglés escribió en su obituario: "Oliver Reed se pasó la mitad de su vida actuando en escenas, y la otra mitad haciéndolas".
Son muchos los actores que tuvieron problemas con el alcohol. Posiblemente el podio de los actores anglosajones alcohólicos de la segunda mitad del Siglo XX lo integren: Richard Burton, Peter O´Toole y Oliver Reed, que parece haber sacado varios pasos de ventaja al resto.
Ya en la infancia tuvo varios problemas. Pasó por 14 escuelas diferentes. De a poco fue entrando en el mundo del cine. Alguien en la barra de un bar le vio potencial y lo invitó a tener un pequeño papel en una película menor. Lo que parecía una charla de borrachos más terminó dando inicio a una gran carrera. Al principio encontró un nicho en las producciones de terror. En poco tiempo dio el salto a otro tipo de cine.
Velozmente ganó prestigio, popularidad y mucho dinero. A partir de 1965 se convirtió en una de las grandes estrellas del cine inglés. Oliver! dirigida por su tío Carol Reed, Los Tres Mosqueteros, Mujeres Enamoradas, Los Demonios, fueron algunas de las películas más destacadas. Hasta estuvo a punto de ser el segundo James Bond cuando Sean Connery renunció al papel. Fue durante varios meses el principal candidato encarnar a 007. Hubiera sido un gran y recio Bond.
A partir de la segunda mitad de los setenta, su mala fama le hizo perder varios trabajos y las propuestas que le seguían llegando eran para películas con menos pretensiones artísticas y comerciales. Pasó de interpretar obras vanguardistas y candidatas a los grandes premios a comedias sexuales para el mercado ruso o películas clase C que harían sonrojar a Ed Wood. A él no le importó. No cambió su estilo de vida. En total apareció en más de 90 películas.
En algún momento de su deriva personal, cada aparición pública del actor ocasionaba un escándalo. Si alguna vez su presencia pasaba desapercibida, la sensación en el resto era de decepción.
Un ejemplo: la industria le hacía una gran homenaje a su tío, Carol Reed, director de la época dorada de Hollywood, cuya película más recordada es El Tercer Hombre. Oliver tenía que decir unas palabras, llegó al estrado tambaleándose, apenas balbuceó unas frases incomprensibles y al bajar se tropezó y cayó al suelo aparatosamente. Hubo exclamaciones de estupor, gestos indignados y varias risas (las caídas y lo patético hacen reír a mucha gente). Él regresó como pudo a su asiento. A su lado había un colega que le dijo: "No está mal, al fin y al cabo les diste lo que esperaban de vos. Es lo que suele hacer exitoso a un actor".
Invitado al show de Johnny Carson a mediados de los setenta, sus dichos contra las mujeres y las burlas al feminismo fueron tan insistentes y lacerantes que Shelley Winters, la otra invitada, le derramó un vaso de vino sobre la cabeza, detalla TN.


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