Adoptó 4 hermanitos y la vida después lo premió con una hija biológica
La conmovedora historia del Día del padre del papá con el corazón más grande.
Día del Padre: adoptó a 4 hermanitos, y después llegó Matilda, su hija biológica, a completar la familia que siempre soñó.
Mariano Almirón y su mujer Candelaria decidieron formar una familia a su manera: primero adoptaron a cuatro hermanos y, años después, celebraron la llegada de su hija biológica. Una historia de amor, desafíos y enseñanzas que derriba mitos y abre el corazón sobre la adopción y la diversidad familiar.
Mariano Almirón y Candelaria Cerutti saben bien qué significa construir una familia desde el amor y la voluntad. Él, de 40 años, es especialista comercial y trabaja en una empresa de telecomunicaciones. Ella, de 38, se desempeña como Education Manager. Juntos, formaron una familia numerosa y diversa con cinco hijos: Liz, de 15 años; Iara, de 14; Junior, de 13; Milo, de 11; y la pequeña Matilda, que tiene apenas cinco meses.
Lo que hace particular su historia es que cuatro de sus hijos llegaron a través de la adopción, un camino que decidieron transitar con convicción y desde el corazón, para luego sorprenderse con la llegada de Matilda, su primera hija biológica. En esta nota, Mariano comparte cómo fue ese recorrido, qué significa para el formar una familia fuera de los moldes tradicionales y qué aprendizajes le dejó este camino lleno de amor, desafíos y crecimiento.
- ¿Cómo comenzó su deseo de ser papás? ¿Siempre pensaron en la adopción como una posibilidad?
- No tengo un recuerdo puntual sobre cuándo apareció el deseo de ser papá. Conozco a Lala desde hace casi 20 años y nunca fue algo que se nos presentara como una decisión aislada. Desde que empezamos a proyectar una vida juntos -casarnos, tener nuestra casa, formar una familia-, ese deseo estuvo siempre incluido en el "combo".
La adopción fue una posibilidad que siempre estuvo presente. Cuando conocí a Lala, su familia ya tenía un vínculo muy cercano con chicos en situación de adoptabilidad. Tal vez eso fue lo que nos hizo empezar a pensar en la adopción como camino, pero lo vivimos siempre de una manera muy natural.
Mariano Almirón y Candelaria Cerutti, sus cuatro hijos y la quinta en camino.
- ¿Qué los motivó a adoptar no a uno, sino a cuatro chicos?
- Nos motivaron, sobre todo, las ganas. Las ganas profundas de tener una familia. Pero también teníamos muy claro que queríamos dar una segunda oportunidad. No queríamos caer en el común denominador de buscar un bebé recién nacido: estábamos abiertos desde el principio a adoptar chicos o chicas más grandes.
¿La cantidad? Puede sonar a locura, y quizás un poco lo sea. Pero fue una decisión nacida del deseo compartido de formar una familia numerosa. La charla sobre adoptar a los cuatro no duró más de 20 minutos. Si nos hubiéramos puesto a planificar fríamente o a hacer cuentas, la ecuación jamás hubiese cerrado. Pero no fue desde la razón, fue desde el amor.
A nosotros nos educaron así: creyendo que el amor es más fuerte. Que el amor también puede ser una locura hermosa. Y eso es lo que sentimos que estamos viviendo. Una locura de amor hecha familia.
Lo más importante que aprendimos fue a no bajar los brazos. Aprendimos que somos un equipo, que estamos del mismo lado, y que cuando el amor guía, todo lo demás se acomoda. El amor, realmente, es más fuerte que cualquier dificultad. La experiencia de formar familia desde el amor.
- ¿Qué desafíos y qué alegrías encontraron en la construcción del vínculo con ellos?
- El desafío más grande fue transitar ese gris entre el amor y la aceptación. Porque claro, uno tiene todas las ganas, todo el amor, pero también hay que marcar límites. No es fácil. Nos estamos conociendo y, en ese proceso, hay que aprender a equilibrar lo que sentimos con lo que necesitan. Están el respeto, la educación, la confianza... y todo eso se construye día a día.
Pero las alegrías llegaron desde el primer segundo en que entraron a casa. El primer asado en familia, la rutina compartida, armar el día a día entre todos. Eso fue y es lo más lindo: recuperar el tiempo, construir recuerdos, hacer nido.
Cada fecha especial -el Día del Padre, el Día de la Madre, la Navidad- tiene otro significado ahora. Se viven distinto. Son momentos que nos emocionan, que nos definen como familia. Y eso es, sin dudas, la mayor alegría.
Para ellos, hay cosas en la vida diaria que para ellos es un mundo de alegría. Como por ejemplo, pedir una pizza a domicilio y que venga en caja. La pizza en caja es algo que en casa lo tenemos como un grato, porque ellos nunca imaginaban que una pizza podía venir en caja.
En la clínica junto a Matilda recién nacida.
- ¿Qué cambió en ustedes como pareja y como personas al convertirse en papás adoptivos?
- Primero que nada, cambió todo al convertirnos en papás. Nuestra vida no volvió a ser la misma... y eso es lo mejor que nos pudo pasar. Porque era lo que buscábamos, lo que soñábamos como pareja: formar una familia.
Nos cambió la rutina por completo. Cambiaron nuestros días, nuestras noches, nuestras mañanas. Cambió la forma en la que miramos la vida, porque ahora no solo se trata de nosotros dos, sino también de esos cuatro hijos que tenemos a nuestro cargo y que son nuestro mundo.
En lo personal, me transformó profundamente. Aprendí a aceptar la ayuda, a entender que está bien pedirla cuando se necesita. También me pasó muchas veces que pude estar para otros, y lo hice con gusto.
Como pareja, como personas, la experiencia de ser papás adoptivos nos cambió por completo. Para mejor.
La llegada del hijo biológico
- ¿Cómo vivieron la sorpresa del embarazo después de tantos años?
Como conté antes, con Lala siempre pensamos la familia en todas sus formas. Pero la verdad es que, después de tantos años, no esperábamos este embarazo. Nuestra rutina, nuestro foco, estaba puesto en otro lado: en criar y acompañar a nuestros cuatro hijos.
En algún momento, Lala me planteó la idea de tener un quinto hijo, por otras vías. Al principio, no voy a mentir, yo no estaba muy convencido. Pero el diálogo, el amor y el tiempo hicieron su trabajo. Pude entender su deseo y, con el tiempo, también hacerlo propio.
Así llegó Matilda. Y con su llegada, todo cambió. Nos transformó. A los seis nos movió el corazón y nos enseñó.
Vivimos ese embarazo con muchísima alegría. Todos en casa nos preparamos para recibirla. Lo vivimos con intensidad, con emoción, con locura y mucho amor. Porque Matilda llegó para completar algo que ya era hermoso, y hacerlo aún más grande.
- ¿Qué significó para ustedes la llegada de un hijo biológico después de haber formado una familia por adopción?
-La llegada de Matilda, al principio, generó miedo. Hubo una cuota de inseguridad, y es lógico: era algo nuevo dentro de una familia que ya estaba armada y consolidada. Pero, como todo en nuestra historia, el diálogo y el amor fueron fundamentales. Hablamos mucho, hicimos saber cuánto la queríamos, y con el tiempo, para todos significó lo mismo: alegría y seguridad.
Creemos que hay que dejar de ponerle etiquetas a las familias. Una familia es una sola, más allá de cómo se forme. Lo importante es el amor que la sostiene, no de dónde viene cada uno.
Y si lo pensás, pasa en todas las familias. Yo soy el menor de tres hermanos y seguramente, cuando nací, también generé inseguridades o celos en mis hermanos mayores. Es parte de la dinámica familiar. Así que la llegada de Matilda fue eso: movimiento, emociones intensas, pero sobre todo, una enorme felicidad que nos unió aún más.
Y el acompañamiento que tiene Matilda hoy en día es impresionante: se les cae la baba, porque están súper pendientes de su hermanita, detalla Para Ti.
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