Denuncian que un barrio jujeño tiene más puestos de droga que kioscos: más de 20 puntos de venta
Los vecinos manifiestan sentirse en "tierra de nadie" y advierten sobre la creciente inseguridad, los robos y la inacción de la Policía y la Justicia.
Vecinos del barrio San Isidro, uno de los más antiguos de la capital jujeña y ubicado a solo 15 minutos del centro, hicieron pública su profunda preocupación y desesperación ante el incremento alarmante de la venta de drogas y la consecuente inseguridad. Muchos habitantes no quieren hablar por temor a represalias, pero afirman que los puntos de venta de droga se incrementaron drásticamente, superando los 20 focos en distintas cuadras.
Nilda, una vecina de la zona, afirmó a El Expreso de Jujuy que la inseguridad es "muchísima" y que se vive un aumento constante de robos. Por ejemplo, denunció el reciente robo de un foco de iluminación de la calle Facundo Quiroga, lo que aumenta la peligrosidad, ya que los adictos roban las luminarias para mantener las zonas de venta en la oscuridad.
Inacción Policial y Complicidad Denunciada
La preocupación vecinal se intensificó luego de un hecho violento ocurrido este martes a plena luz del día en la plaza central del barrio, donde tres personas se enfrentaron por la venta de drogas, una de ellas con arma blanca. Los vecinos temen que la situación escale a hechos trágicos, recordando un caso ocurrido hace aproximadamente cinco años con la muerte de un joven a raíz de las drogas.
El barrio se siente a la deriva, con una lista de calles donde se venden sustancias ilícitas: calle Pellegrini (tres casas), Juan Manuel de Rosas (tres familias), Felipe Varela y Quiroga (cuatro familias), Chacho Peñaloza (tres o cuatro puntos), y Routman (tres familias), entre otros.
La vecina manifestó a su desconfianza en las autoridades: "Para nosotros hay una complicidad entre fiscalía y la policía y el ministerio de seguridad... porque hay algunos oficiales de policía que entran a las casas en donde venden y con los vecinos comentamos y vemos que ellos no entran a comprar drogas, van a pasar datos". La falta de iluminación y el hecho de que vecinos con prisión domiciliaria salen como si nada incrementan la sensación de abandono. Los habitantes reclaman por una "presencia policial, presencia real" y un "verdadero control".


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