Q.E.P.D.

Celos, alcohol y poder, así asesinaron al gobernador. "Ninguna chiruza..."

A sangre fría, sin piedad, el mandatario murió producto de un balazo en la cabeza. La autora del crimen: su esposa

QPJ Policiales

Celos, alcohol y poder: la fatal noche de fin de año en la que fue asesinado el gobernador Carlos Soria. Un asesinato que sacudió a la política.

El mandatario rionegrino murió de un balazo en la cabeza en los primeros minutos de 2012. ¿La autora del crimen? Su esposa, Susana Freydoz. La mujer nunca pudo manejar supuestas infidelidades de su marido que nunca pudo comprobar.

En Buenos Aires, el 17 de diciembre de 2011, el señor gobernador y su señora esposa fueron caminar al shopping Paseo Alcorta. Se sentaron en un local a tomar café. La camarera, muy atractiva, tenía un vestido ajustado. El señor gobernador, como otros comensales, dejaron escapar una mirada furtiva hacia la figura de la chica moldeada con armonía, sin estridencias, agradable. Para la mujer del gobernador, esa figura representaba otra cosa, un escándalo, una provocación.

Empezó de a poco quejándose de la muchacha; alzó la voz y dirigiéndose a ella directamente le echó en cara que estuviera vestida de manera provocativa; la insultó y la pobre chica se puso a llorar. Avergonzado, el gobernador tomó a su mujer del brazo y la sacó del lugar mientras ella le recriminaba que se le caía la baba cada vez que miraba a la camarera.

A la noche, la mujer del gobernador, que orillaba los sesenta años, le pidió a su hermana que le prestara ropa que le quedara ajustada. Se puso una musculosa que le resaltaba los pechos. Le decía a su hijo Germán que esperaba a su padre para servirlo como a él le gustaba, en referencia a la moza del Paseo Alcorta. El muchacho no sabía de qué hablaba ni qué hacer al ver a su madre vestida de esa manera. Cuando llegó el gobernador, que había sido electo hacía una semana y se preparaba para una entrevista televisiva, su mujer fue a su encuentro. Le daba vueltas alrededor contorneando su cuerpo, lo rozaba y le ponía los pechos en la cara diciéndole con un malogrado tono de sensualidad, casi haciendo trompita: "¡¿Así te gusta que te sirvan la comida?!". Fue un papelón.

Eduardo Duhalde nombró a Carlos Soria ministro de Justicia y Seguridad bonaerense en 1999. Pero estuvo muy poco en ese cargo porque asumió como diputado nacional por Buenos Aires. Otra vez Duhalde, ya como presidente interino de la Nación, lo designó en la SIDE, es decir el Servicio de Inteligencia del Estado. Soria renunció en 2002 y al año siguiente se postuló para la gobernación de su provincia, Río Negro. No ganó aquella elección pero sí, al poco tiempo, la de la intendencia de General Roca, donde permaneció durante ocho años. Fue nuevamente candidato a la gobernación en 2011 y esa vez la obtuvo.

Con su mujer, Susana Freydoz, se conocían desde el colegio secundario. Luego él se recibió de abogado y ella de nutricionista. Tuvieron cuatro hijos, Martín, María Emilia, Carlos y Gustavo, en ese orden. Carlos y Susana tenían fuertes personalidades. Discutían mucho y con los años cada vez más. Pero desde 2009 el trato se hizo brusco con una llamativa violencia verbal. Nunca hubo un episodio de agresión física, pero de las otras sí, y muchas. ¿Por qué? Susana se había convertido en una mujer extremadamente celosa. Toda mujer que trabajaba con Carlos, en la política o en algún cargo en la intendencia de Roca o en la gobernación, toda mujer elegante, desenvuelta, activa, era para Susana un "gato" y una posible relación extramatrimonial de su marido.

A veces, le decía a su hija que se "había tomado todo", que estaba sola en la chacra del Barrio Paso Córdoba, de Roca; que se sentía muy mal; que Carlos "tiene a otra"; que lo había escuchado hablar con otra mujer... María Emilia se preocupó ante el estado de su mamá, hasta le sugirió que tal vez lo mejor era que se separara pero Susana descartó esta idea al igual que la de ir a la consulta de algún psicólogo. Su vida siempre había girado en torno a Carlos Soria, qué iba a hacer sola. Pensaba que si se separaba ya nadie la iba a ir a visitar. Estaba en un callejón sin salida pues la posibilidad de la separación la aterraba tanto como las supuestas infidelidades de su esposo.

Se la pasaba revisando el celular a Carlos cuando él se iba a dormir. Había realizado anotaciones de todos los números de teléfono que su marido tenía agendados y que ella no sabía a quién pertenecían. Pero lo que más la obsesionaba eran los mensajes de texto (a la larga encontraría uno que la haría estallar). ¿Es que acaso ella quería hallar una evidencia indiscutible de infidelidad para dejarlo? No. Para que él no la dejara. Ninguna chiruza lo iba a querer, a atender, a cuidar, a acompañar como ella. Eso era amor, eso era respeto, detalla TN.

Esta nota habla de:

Comentarios

Tucomentario

Nombre

Más de Policiales