Emocionante

Catalina, la leona que con 2 añitos le ganó al cáncer

Apenas llega a la mesa y tira algunas palabritas pero ya dejó los pañales y tiene "más vida vivida" que muchos adultos.

Catalina tuvo cáncer. Un cáncer que no la derrumbó ni a ella ni a su familia. Tuvo y lo venció, porque se puede, porque "el cáncer se vence con amor", como dice su papá Gonzalo.

"Al cáncer se lo vence con amor. No pierdan la fe en cualquier dios, en la energía y la buena onda. No tengan miedo a perder el trabajo; no se queden con una sola opinión".

Y se cuida, la cuidan. Se controla cada seis meses y espera con ansias, inconscientemente, que pasen esos cinco años benditos que demanda el alta médica después de la última quimio, de la que en marzo se cumple un año.

El 13 de junio de 2017 quedará marcado en la vida de los Santo Tomás. Ese día, tras lo que pensaban que era una simple consulta pediátrica por el control de los 9 meses, detonó la bomba: Catalina tenía un tumor cerebral del tamaño de una pelota de tenis.

Cata entró al consultorio del doctor Sergio Birnbaum y éste, con solo verla, se dio cuenta de que algo no andaba bien. La cabecita le había crecido un poco más de lo que se espera para esa edad y sus ojitos no estaban bien. Inmediatamente, el pediatra pidió una ecografía, movió los hilos para conseguir un turno para el día siguiente y confirmó las sospechas.

"El ecógrafo le hizo el estudio y nos dio una carta para el pediatra", contó Gonzalo con el recuerdo fresco en el Día Internacional del Cáncer Infantil.

El sobre permaneció cerrado hasta que llegó a manos del pediatra. Ellos, Gonzalo y Elena, no se animaron a abrirlo. Sabían que algo estaba mal.

Birnbaum se los confirmó. Los tres lloraron pero las lágrimas no impidieron la reacción rápida de todos. "Nos movimos en medio de la crisis y en una semana ya la estaban operando en Buenos Aires", relata Gonzalo, periodista deportivo reconocido en Mendoza por su especial ojo en el hockey sobre césped.

El 22 de junio de 2017, los neurocirujanos Santiago Enrice - mendocino- y Fidel Sosa operaron a Cata en el hospital Alemán. "Entró a las 16 y salió a la 1 de la mañana. Cuando salió Santiago, que es amigo mío, nos contó que había salido todo bien pero cuando quisimos abrazarlo nos detuvo: las próximas 48 horas eran clave y Cata tenía una parálisis en la parte izquierda".

A Cata le habían sacado un tumor enorme de su cerebro- de un bebé de 9 meses-. Era esperable que hubiesen consecuencias. Al día siguiente convulsionó.

La oncóloga Angie Fernández Barbieri siguió su tratamiento desde el comienzo, por recomendación del doctor Gonzalo Landa, que es quien hoy está a cargo de la quimio de Cata en Mendoza.

"Era tan chiquita que no se le podía hacer rayos ni insertar la droga por las venas así que tuvieron que hacerle un catéter en el pecho- aún lo tiene- para hacerle la quimio. Cada 21 días, eran tres de quimio si es que sus defensas estaban bien. Para ayudar a eso, la inyectaban cada diez días", cuenta papá con una entereza que asusta.

Y es que ya pasó lo peor. Ya la vivieron. Ya lo sufrieron. Ya lloraron. Ya se preguntaron mil veces por qué a ella. Ya cayeron y se levantaron.

Quedan unos últimos pasitos. En mayo le toca una nueva resonancia pero el camino hacia el alta definitiva hoy se transita de otro modo.

"No pierdan la fe en cualquier dios en el que crean", aconseja Gonzalo desde su experiencia. "Crean en la energía y la buena onda. Al cáncer se lo vence con amor".

"No se queden con una sola opinión", dice trayendo a consideración lo que a ellos como familia les funcionó. "No tengan miedo a perder los trabajos porque quienes manejan las empresas también son personas, entienden y se portan excelente", recomienda para volver a destacar que una de las clave pasa por la rapidez de acción.

Solo pasó una semana entre que le detectaron el cáncer a Catalina y la operaron. Esa semana que fue la más larga de sus vidas y que, si todo sigue bien, pronto será solo una anécdota que en algunos años le contarán a la pequeña, que no tiene secuelas, no tiene recuerdos y que solo guarda como marca de la "guerra" una cicatriz con forma de herradura en su cabecita cubierta de cabellos castaños.


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