"Mi hija no tiene tiempo": fue abusada a los 7 años, tiene una enfermedad terminal y sigue esperando justicia
A los 7 años fue abusada. Hoy, enferma terminal, se le acaba el tiempo. Su madre denuncia que el juicio lleva 9 años trabado.
La voz de Claudia Tolaba se quiebra, pero no de cansancio, sino de una indignación que lleva nueve años acumulándose. En una entrevista con Que Pasa Jujuy, la madre saca a la luz una lucha que es a contrareloj: la de su hija, hoy una joven enferma terminal, contra un sistema judicial que, según su relato, ha dilatado sin fin el juicio por el abuso que sufrió cuando tenía solo siete años, a manos de un tío político.
"Un tío político de mi pequeña la sometió, hace 9 años, vivimos una ardua peregrinación pidiendo justicia. La mató en vida, le hizo mal física y psicológicamente", afirma Tolaba con una crudeza que estremece. Pero para ella, la causa de la demora es clara y punzante: "Se demora porque la esposa del imputado es abogada y tiene mucha relación con tribunales. En la justicia todo se tapa. Nueve años luchando por la justicia".
Mientras el tiempo avanza en los pasillos de los juzgados, el tiempo vital de su hija se agota. Los médicos ya han advertido a la familia que, por su grave enfermedad, puede fallecer cualquier día. En este contexto desgarrador, la joven tiene un único y último deseo, que su madre repite como un grito: "Ella solo quiere escuchar la sentencia de esta persona. Su último deseo es escuchar la sentencia, me dice que quiere escuchar la sentencia para poder irse tranquila. Quiero que se vaya en paz".
El calvario judicial, según Tolaba, ha estado plagado de obstáculos que van más allá de la dilación. "Me hicieron denuncias para desacreditarme como mamá", revela. Y cada vez que parece vislumbrarse el fin del camino, una nueva traba aparece: "Pasaron nueve años. Cuando estaba por llegar el juicio nos dijeron que se suspendía. El inicio del juicio se va dilatando, nos dan excusas poco claras".
El relato de Claudia Tolaba no es solo la historia de una familia, sino un espejo de una angustia que puede resonar en cualquier barrio de San Salvador, en cualquier pueblo de la Puna o la Quebrada. Frente a la enfermedad terminal de una víctima y un proceso judicial que se mide en años, la pregunta que queda flotando es una que interpela a todo el sistema: ¿tendrá esta joven, en sus últimos días, el derecho mínimo de escuchar la sentencia que lleve, por fin, algo de justicia a nueve años de dolor?


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